El ser humano atraviesa tres estados: pecado, ley y gracia. La gracia es la manifestación de la bondad de Dios a través del sacrificio de Jesús en la cruz. No es por nuestras fuerzas ni por méritos propios, sino únicamente por Él que accedemos a ella. Este episodio nos invita a dejar atrás la condenación, a soltar la voz que dice “no soy digno” y abrazar la verdad de que en Cristo somos llamados hijos.